lunes, 23 de enero de 2012

SOY SEMILLA QUE NADIE NOTA....


Empecé otro día, de distintos cambios y formas. Pero la esencia permanece, yo.


He escuchado y en varias ocasiones que somos como una semilla, tengamos la forma o el color de distinta manera, y qué decir del tamaño, lo que importa realmente no es cómo se ve ante nuestro ojos, sin ningún atractivo e insignificante por el tamaño; sino mas bien que es lo que será en un futuro, y qué puede ofrecer a este mundo con lo que traiga dentro.


Jesús nos pone a reflexionar entre muchas de sus predicaciones sobre la semilla de mostaza, sobre el tamaño de nuestra fe que deberíamos ejercer para  obtener lo que desea nuestro corazón. 


Esta semilla siendo  pequeña y sin que nadie note de su presencia, llega un momento en que se separa del suelo y consigue a ganar altura para germinar y crecer, en su tiempo determinado; podemos sorprendernos de lo grande que se hace y del espacio que ocupa.  Pues se vuelve un árbol robusto y grande dispuesto a ofrecer muchas semillas más, siendo un árbol útil, tanto para el hombre y para los animales, ya que los animales encuentran cobija en ella, por medio de la sombra que emana de sus ramas y hojas abundantes. Como también sería un refugio de aves que buscan un lugar para posar sus nidos o descansar.


Y pensar que a simple vista esa simple semillita en un principio, no servía ni para sí misma. Pero al pensar en todo lo que puede hacerse con ella, si se siembra en una adecuada tierra, si recibe  el agua, el sol y los nutrientes a tiempo.
Por lo visto todo depende de lo que quieras ser y hacer con tus sueños y anhelos. Pues nuestra fe es como si fuera esa semilla. Si queremos la guardamos o la tiramos.Si queremos la dejamos en buena tierra y cosechamos buenos frutos que brindan a  nuestra vida un sabor distinto y duradero. 


Sabemos que está en nuestro ser físicamente crecer, pero cuanto más conocemos que debemos de crecer en lo espiritual, empezando con creer que  Dios puede hacer grandes cosas con las habilidades y talentos, que nos ha obsequiado, pero teniendo en cuenta que todo empieza con saber esperar, pues todo tiene un proceso; no confiando en lo que puede ver nuestros ojos, sino en lo que se convertiría para la gloria de Dios   y la ayuda hacia  los demás. El mejor sembrador, lo conocemos, el que sabe nuestro destino, también; el que hace que lo grande sea pequeño y lo insignificante avergüence a los grandes, claro que sabemos a quién nos referimos, sabemos quién es él, nuestro PADRE, sobre todo, quien conoce lo más profundo de nuestro corazón, y que confía que la semilla colocada en nosotros cosechará a su tiempo lo que nadie se imagina ver. oir y sentir. Pues planeemos sorprendernos de las cosas que Dios hará.

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